La imagen no podía ser más ochentosa: un televisor chiquito marca Hitachi (el de la publicidad con Adriana Brodsky en short cavado de satin jugando al fútbol con tacos aguja), redondo y de carcasa rojo furioso. Y en la pantalla, V, Invasión Extraterrestre, con la bella reptil invasora Diana y el jefe de la resistencia Donovan ("Must be the season of the witch", pensaba yo cada vez que lo nombraban). Yo tendría unos ocho años y en un momento me empezó a doler la panza. Fuerte. Mucho más que cualquier otra vez que recordara. Mi madre se levantó (¿instinto materno?) y me preguntó qué me pasaba. Tan fuerte me dolía que cuando me ofreció llevarme al hospital le contesté enseguida que sí.
El hospital estaba a cuatro cuadras de casa pero tardamos mucho en llegar porque yo iba doblada de dolor. Los remises veinticuatro horas todavía no eran comunes en esa época y en esa zona, y mi papá trabajaba de noche. De todos modos lo que más me costó fue subir la escalinata principal. Dolía. Y el hospital estaba muy distinto a otras veces. Oscuro, totalmente oscuro. Ni una luz encendida, los ventanales de la edificación del siglo XIX todos cubiertos con papel afiche marrón y frazadas. Golpeamos y nos atendió una enfermera que abrió la puerta apenas para poder asomar la cara, y después un poco más, apenas para que mi madre y yo pasáramos de costado. Todas las luces interiores estaban apagadas también. La enfermera nos guió hasta una escalera de mármol que caracoleaba hacia abajo. La guardia ahora atiende en el sótano, nos dijo. Tuvo un diálogo con mi mamá del que sólo capté algunas frases.
Amenazaron con bombardearnos.
Sí, la Marina.
Como en la guerra.
Pero los ingleses no llegaron a tanto.
Al hospital **** de zona Oeste le pasó.
Y, donde se atienden los pobres, ya sabemos cómo es esto.
Los setenta.
Yo me acuerdo que se llevaban a los chicos de acá mismo, señora. Los Falcon salían del CEF a cazar.
Quieren volver.
El mármol frío de la escalera adquiría un reflejo cálido a la luz de una lámpara de pie. Me sentaron en una camilla. Mientras esperaba entró más gente: dos muchachos, uno no podía respirar. Un ataque de asma, me dijo mi madre. En determinado momento el hombre y yo quedamos solos, yo en mi camilla, él en una silla de ruedas, y él empezó a boquear. Los ojos grandes al cielo, la boca abierta, aspiraba bocanadas de aire pero no pasaba de la garganta, me asusté, pensé que se moría delante mío, hasta que vino el que lo acompañaba (¿amigo? ¿hermano? ¿pareja?) con la enfermera y alguien más y se lo llevaron.
El acompañante sonreía mucho, y el chico con el ataque también, cuando podía.
Mi dolor de panza dejó de ser relevante para mí después de eso. O se me pasó por el susto, o por causas naturales. No recuerdo cómo fue la vuelta a casa. V ya había terminado cuando llegamos.
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Esta leyenda apareció al comienzo del primer capítulo de V (serie norteamericana producida por la NBC). Y tiene varios detalles que rompen con lo clásico en series de ese país. Por ejemplo, el igualar la resistencia de un planeta contra un invasor extraterrestre (http://www.locoretro.com/2014/09/v-invasion-extraterrestre.html) con la resistencia europea ante la invasión nazi, y ambas con la resistencia del pueblo salvadoreño ante las fuerzas armadas( https://es.wikipedia.org/wiki/Guerra_civil_de_El_Salvador ). Si bien la acción transcurre en los Estados Unidos, se sabe que atacaron en todas las grandes ciudades del mundo(¡sí! nombraban Buenos Aires, qué emoción). Una pareja de ancianos, sobrevivientes del holocausto nazi, son los primeros en darse cuenta de la dualidad de los visitantes, quienes se presentan como seres casi idénticos a los humanos y que vienen en son de paz, pero en realidad son horrendos reptiles con otras intenciones. Incluso la abuela colabora en la guerra de guerrillas lanzando molotovs (que esconde en el chango de las compras) contra las naves de calle enemigas. En otro capítulo, Donovan encuentra a un mexicano que ayudó a escapar a toda una familia. Lo habían torturado. "Querían que les dé información, pero mi abuelo...él peleó con Zapata. No dije nada", contaba agonizante y orgulloso. En resumen, la serie carecía de ese elemento centromundista, racista y patriótico de bandera yankee flotando de fondo que suele caracterizar a este tipo de producciones. También (al parecer, ya que hay diferentes versiones) fue cancelada abruptamente pese al éxito que tenía. Los resistentes se identificaban con la "V" de la victoria.
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Raúl Alfonsín, el primer presidente democrático argentino después de la dictadura 1976-1983, debió enfrentar serias disidencias con la cúpula militar y policial, que no se resignaba a entregar todo su poder, y tuvo que hacer grandes concesiones como las leyes de Punto Final y Obediencia debida, que les garantizaba una impunidad parcial, que pasó a ser total durante la presidencia de su sucesor, Carlos Saúl I. Hubo tres levantamientos militares durante su mandato: un amotinamiento en Campo de Mayo durante la Semana Santa de 1987 que reclamaba el "cese de agresiones contra las FFAA" ("agresiones" significaría que se juzgue a sus integrantes por el genocidio que habían cometido), el alzamiento de Monte Caseros (Corrientes) en 1988, y la toma del cuartel de Villa Martelli en 1988 (https://es.wikipedia.org/wiki/Carapintadas). También hubo un último ataque de la guerrilla, el copamiento al cuartel de La Tablada en 1989, con una represión que según Alfonsín fue ordenada por él mismo, pero que al parecer fue exclusiva responsabilidad de militares y ex miembros de los grupos de tareas. Todavía hay cuatro desaparecidos de ese enfrentamiento (https://www.laizquierdadiario.com/La-Tablada-El-ultimo-combate-de-la-guerrilla).
No pude encontrar información sobre las amenazas de bombardeos a hospitales del Gran Buenos Aires, sólo testimonios de pacientes y ex trabajadores. Hace años me pasó lo mismo con el bombardeo a Plaza de Mayo de 1955: no había información (online ni en ningún libro al que tuviera acceso) sobre que algo semejante hubiera pasado, sólo lo que me contó mi madre, que estuvo ahí, y lo que pude preguntarles a otras personas de su misma generación. Años después se empezó a hablar de eso en diarios y suplementos periodísticos. Así que les creo a los que me cuentan sobre un hospital oscurecido como en el Londres de la Segunda Guerra. Les creo.
El CEF, Centro de Educación Física, es una finca del siglo XIX utilizada como centro deportivo y de profesorado de educación física. Durante mis estudios secundarios tuve ahí las clases de gimnasia (casi siempre en un campo al fondo,casi salvaje, que por lo lejano y desierto conocíamos como Siberia). Por lo poco que pude averiguar, los móviles con los grupos de tareas- autos sin identificación oficial, casi siempre Ford Falcon o Torino, cargados de hombres también sin identificación oficial- quedaban de guardia ahí, atentos a acudir donde se los necesite en la zona de San Fernando centro, Virreyes y Victoria. No pude saber por ahora si también tenían prisioneros en alguna de las casonas antiguas que forman parte del predio, ahora perteneciente a la Universidad de Lujan.
Los grupos de tareas nucleaban a miembros de las distintas ramas de las fuerzas Armadas- Ejército, Marina, Navales, Policías Federal y Bonaerense, Servicio Penitenciario-y eran los encargados de allanar domicilios y secuestrar sospechosos e interrogarlos. Se repartían las propiedades, muebles, electrodomésticos y crías de los "subversivos" atrapados. Los que fueron juzgados y encarcelados están siendo indultados y beneficiados con prisión domiciliaria.
Al heroísmo de los luchadores de las resistencias- pasadas, presentes y futuras- es dedicado respetuosamente este trabajo.
Para los que quieran ver la serie completa: https://canalretromania.blogspot.com.ar/2015/02/v-