Muy interesante post de Paul Maril en Ultima Estacion...China Muerta! sobre Phil Spector,famoso productor musical que trabajó, entre otros, con los Beatles.
http://chinamuerta.blogspot.com/2010/01/phil-spector-un-loco-feo.html
Hay una vida invisible,subterránea como un venero,por debajo de esta vida que creemos única e invulnerable...

martes, 30 de noviembre de 2010
Phil Spector,un loco feo
lunes, 29 de noviembre de 2010
Arte: el fileteado porteño
Nació en la ciudad de Buenos Aires hacia fines del siglo XIX como un sencillo ornamento para embellecer carros de tracción animal que transportaban alimentos.Generalmente se incluyen dentro de la obra, frases ingeniosas, refranes poéticos o aforismos chistosos, emocionales o filosóficos, escritos a veces en lunfardo, y con letras ornamentadas, generalmente góticas o cursivas.
Una anécdota, relatada por el fileteador Enrique Brunetti, cuenta que en la Avenida Paseo Colón, que en aquel entonces era límite entre la ciudad y su puerto, existía un taller de carrocerías en el que trabajaban colaborando en tareas menores dos niños humildes de origen italiano que se convertirían en destacados fileteadores: Vicente Brunetti (quien sería el padre del mencionado Enrique) y Cecilio Pascarella, de diez y trece años de edad respectivamente. Un día el dueño les pidió que dieran una mano de pintura a un carro, que en aquel entonces estaban pintados en su totalidad de gris. Tal vez por travesura o solo por experimentar, el hecho es que pintaron los chanfles del carro de colorado, y esta idea gustó a su dueño. Más aún, a partir de ese día otros clientes quisieron pintar los chanfles de sus carros con colores, por lo que otras empresas de carrocería imitaron la idea.
La aparición del automóvil provocó el cierre de las carrocerías instaladas fuera de las ciudades, por lo que los carros y sulkys de los campos, y las estancias debieron ser llevados a las ciudades para ser reparados de los daños ocasionales. Al hacerlo, también se los ornamentaba con el fileteado y, así, el filete pasó de lo urbano a lo rural, pasando a ser común ver carros campestres pintados de verde y negro con filetes verde amarillentos.
En 1975 una ordenanza, que fue actualizada en 1985,prohibió su uso en los colectivos (a excepción de un filete entre los planos de color del techo y la parte inferior) argumentando que producían confusión en los pasajeros al momento de tener que leer los números y recorridos de los mismos.Cuando la actualización de 1985,las señoras "bien" de mi barrio festejaban que por fin se prohibiera algo de "tan mal gusto". A pesar de que esto casi termina con la propagación del filete, y que hoy día los pocos colectivos que aún lo usan lo hacen en muy menor medida, logró sobrevivir y difundirse.
Algunas frases de filetes:
La vida es como la cebolla, hay que pelarla llorando.
El hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla.
Qué milonga ni que tango, con esto me gano el mango.
De Avellaneda a la Luna, como Soda Fernández no hay ninguna.
Se doman suegras a domicilio.
Si su hija sufre y llora, es por este pibe, señora.
fuente://http://es.wikipedia.org/wiki/Fileteado
Una anécdota, relatada por el fileteador Enrique Brunetti, cuenta que en la Avenida Paseo Colón, que en aquel entonces era límite entre la ciudad y su puerto, existía un taller de carrocerías en el que trabajaban colaborando en tareas menores dos niños humildes de origen italiano que se convertirían en destacados fileteadores: Vicente Brunetti (quien sería el padre del mencionado Enrique) y Cecilio Pascarella, de diez y trece años de edad respectivamente. Un día el dueño les pidió que dieran una mano de pintura a un carro, que en aquel entonces estaban pintados en su totalidad de gris. Tal vez por travesura o solo por experimentar, el hecho es que pintaron los chanfles del carro de colorado, y esta idea gustó a su dueño. Más aún, a partir de ese día otros clientes quisieron pintar los chanfles de sus carros con colores, por lo que otras empresas de carrocería imitaron la idea.
La aparición del automóvil provocó el cierre de las carrocerías instaladas fuera de las ciudades, por lo que los carros y sulkys de los campos, y las estancias debieron ser llevados a las ciudades para ser reparados de los daños ocasionales. Al hacerlo, también se los ornamentaba con el fileteado y, así, el filete pasó de lo urbano a lo rural, pasando a ser común ver carros campestres pintados de verde y negro con filetes verde amarillentos.
En 1975 una ordenanza, que fue actualizada en 1985,prohibió su uso en los colectivos (a excepción de un filete entre los planos de color del techo y la parte inferior) argumentando que producían confusión en los pasajeros al momento de tener que leer los números y recorridos de los mismos.Cuando la actualización de 1985,las señoras "bien" de mi barrio festejaban que por fin se prohibiera algo de "tan mal gusto". A pesar de que esto casi termina con la propagación del filete, y que hoy día los pocos colectivos que aún lo usan lo hacen en muy menor medida, logró sobrevivir y difundirse.
Algunas frases de filetes:
La vida es como la cebolla, hay que pelarla llorando.
El hombre es fuego, la mujer estopa, viene el diablo y sopla.
Qué milonga ni que tango, con esto me gano el mango.
De Avellaneda a la Luna, como Soda Fernández no hay ninguna.
Se doman suegras a domicilio.
Si su hija sufre y llora, es por este pibe, señora.
fuente://http://es.wikipedia.org/wiki/Fileteado
sábado, 27 de noviembre de 2010
Flores para Liliana

Liliana Crociati era hija de un conocido peinador, pintor y poeta italiano. Falleció a los 26 años en Innsbruck, en el año 1970, cuando se encontraba en viaje de bodas. Un alud golpeó parte del hotel donde ella y su marido pasaban la noche. Moriría asfixiada por su propia ropa entre la nieve, no pudo escapar.
Ese mismo día, a 14.000 kilómetros de distancia, también murió Sabú, su perro adorado,después de aullar lastimosamente.En la escultura realizada en bronce podemos ver a Liliana vestida con su traje de novia, su anillo de compromiso y además, ella está acompañada por su querida mascota, un perrito llamado Sabú. La madre de Liliana exigió que su tumba solo fuera construida en madera y vidrio, elementos que su hija había adorado como materiales para sus obras. No se usaría ningún tipo de piedra en la tumba. El diseño de la misma evoca el que fuera su cuarto en vida. Así mismo no hay espacio para flores dentro de su mausoleo.

No le gustaban cerca suyo, las prefería vivas como parte de un todo, por eso mismo, adornan el macetero que contiene la escultura que hiciera de su perro más adorado, Sabú, quién la acompañará por el resto de la eternidad, al menos, en metal, ya que Wilfredo Viladrich por pedido de su familia, realizó una escultura de Liliana luciendo su vestido de novia con el que fue enterrada. Se puede reconocer su féretro desde la entreda ya que este está semicubierto por un sari rojo que ella adquirió en un viaje a la India. En las paredes podemos ver retratos pintados de Liliana en un estilo propio de los años en que vivía, mostrándola vivaz y hermosa, llena de vida, con sus ojos celestes brillando y su rojo cabello como el fuego. Todos pintados por sus amigos de Bellas Artes.
Nadie supo explicar qué sucedió con el viudo, si vivió o no. Tampoco se entiende por qué un misterioso hombre le deja flores en la puerta de la tumba y huye antes que alguien pueda preguntarle algo. Para sumar más tristeza y rareza a todo el relato, su padre mandó a tallar en mármol un poema en Italiano en las paredes de la tumba.

A Mia Figlia
Solo mi chiedo il perché? Tu sei partita e distrutto hai lasciato il mio cuore.? Che te solamente voleva perché?? Perché? Solo il destino sa il perché e mi domando perché? Perché non si puo stare senza te, perché?? Tanto bella eriche la natura envidiosa ti distrusse, perché?? Perché, solo mi domando se dio c'e, con se porta viacio che suo non é.? Perché si distrugge e lascia all infinito il dolore! Perché, credo al destino e non a te perché?? Perché solo so che sempre sogno con te, perché c'e di ché?? Per tutto l'amore che sente il mio cuore per té. Perché? Perché? Il tuo papá.
Traduccion:
A mi hija: Sólo me pregunto por qué te has ido y has dejado destrozado mi corazón. Que solo te quería por qué? Por qué? Solo el destino sabe el por qué y me pregunto por qué? Por qué no se puede estar sin ti, por qué? Tan linda eras que la naturaleza, envidiosa, te destruyó, por qué? Por qué, solo me pregunto si hay dios, se lleva lo que no es suyo. Por qué destroza y deja hasta el infinito el dolor! Porqué, creo al destino y no a ti, por qué? Por qué solo se que siempre sueño contigo, por qué hay de qué? Por todo el amor que siente mi corazón por ti. Por qué? Por qué? Tu papá...
fuente://http://cementeriodlarecoleta.blogspot.com/
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cementerios,
leyendas urbanas,
misterios
viernes, 26 de noviembre de 2010
El Zorro en la Argentina
Guy Williams(Armando Catalano ,Nueva York, 14 de enero de 1924 - Buenos Aires, aprox. 1 de mayo de 1989)
Comenzó con pequeños papeles de reparto en producciones de la Universal Studios.
En 1953 sufrió un accidente serio: se cayó de un caballo y fue arrastrado más de 200 metros, lo que le dejó una larga cicatriz en el hombro derecho. Debido a eso retornó a Nueva York (actuando y posando como modelo allí) ya pensando en abandonar su carrera. Ese mismo año dejó la Universal y se volvió un actor independiente para películas producidas por Allied Artists y Warner Brothers.
Tuvo que pasar casi una década para su gran oportunidad como estrella de la serie de Walt Disney, El Zorro (1957-1959). Este papel le granjeó una gran fama como héroe romántico y espadachín.
En 1957 la compañía Disney llevó a cabo un cásting para una nueva serie de televisión basada en el personaje creado por Johnston McCulley. El Zorro ya era famoso en la pantalla por la película de Douglas Fairbanks y la de Tyrone Power(y fue posteriormente interpretado en el cine por Anthony Hopkins.No, Antonio Banderas no cuenta).
Para realizar El Zorro, el actor tenía que ser atractivo, con un aire latino y con alguna experiencia en esgrima. El mismo Walt Disney entrevistó a Guy Williams (de 32 años de edad), y le pidió que se dejara “un bigotito no muy largo ni muy grueso”. El pago que pidió Williams era muy alto (2.500 dólares por semana), pero se le otorgó. Guy Williams retomó su entrenamiento profesional de esgrima con el campeón belga Fred Cavens (que también había entrenado a Douglas Fairbanks, Errol Flynn y Tyrone Power), ya que —según el pedido de Walt Disney— en el programa utilizarían espadas reales sin protección. Disney le ordenó que —para interpretar al Zorro a la perfección— tomara clases de guitarra con el famoso Vicente Gómez.
La serie, con episodios de media hora, finalmente debutó en la red televisiva ABC el 10 de octubre de 1957. Tuvo un instantáneo éxito en EE.UU., alcanzando el ráting más alto hasta ese momento en un programa de televisión.
Williams utilizaba un caballo negro (llamado Tornado en los cómics), pero en una filmación donde había disparos, el animal cayó en un barranco y tuvo múltiples fracturas, por lo que tuvo que ser sacrificado. Después del accidente con el primer Tornado, trabajó con dos caballos. Uno era fantástico en las escenas de corridas, pero no le gustaba saltar. Tampoco le gustaban los closeups, cuando el Zorro hablaba con el sargento García, Tornado quitaba la cabeza y la escondía hacia atrás. Entonces tuvieron que usar otro caballo negro más fotogénico. Hubo también un caballo blanco llamado Phantom (Fantasma), debido a que el director pensaba que para las escenas en la oscuridad, el Tornado negro prácticamente se hacía invisible. Pero este Fantasma no duró mucho tiempo, y volvieron al Tornado negro.
El show duró 78 episodios (dos temporadas, del 57 al 59) y una película editada de los episodios de televisión: La marca del Zorro (1958). El tema musical (compuesto por Norman Foster y George Burns, y cantado por The Chordettes (Los Acordecitos) alcanzó el número 17 en el hit parade.
Esta serie creó una verdadera epidemia de grafittis de la letra Z en los pupitres de las escuelas en todo Estados Unidos. Se pueden ver ejemplos de éstos en los escritorios y mesas de esa época.
Williams descuidó un tanto la parte física; los productores consideraron que su gordura no estaba acorde al personaje y decidieron cancelar la exitosa serie. Cuando terminó la serie, Williams hizo otras dos películas:
Pythias (una producción de la MGM en Italia en 1962, dirigida por Curtis Bernhardt), donde hizo de Damón, quien ofrece su vida como garantía por la palabra de su amigo Fitias, que había sido condenado a muerte por cuestiones políticas.
Captain Sindbad (una superproducción de la MGM, filmada en Alemania en 1962, dirigida por el director estadounidense de aventuras Byron Haskin, basada en el cuento clásico de Las Mil y Una Noches, donde Williams hace de Simbad el marino.
Más tarde Williams describiría esta época como “uno de los momentos mejores de mi vida”.
Siempre un temperamento franco y abierto, era un gran conocedor de vinos, entusiasta del ajedrez y la esgrima y muy aficionado a viajar. Desde 1969, al finalizar la serie, se sintió decepcionado al ver que no se materializaba ninguna oferta de trabajo. Entonces decidió retirarse para disfrutar su pequeña fortuna conseguida mediante la inversión en varios negocios.
El Canal 13 de televisión, de Buenos Aires (Argentina) emitió El Zorro desde el 2 de enero de 1968, de 19.00 a 19.30 h, con un éxito increíble. En 1970, en las jugueterías y los kioscos de todas las provincias de Argentina se vendían muñequitos, disfraces y toda clase de objetos relativos al Zorro. El canal tuvo la idea de presentar a Guy Williams, con la idea de hacer un programa especial y hacerlo participar en varios programas para niños.
La llegada al Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini de Ezeiza, el domingo 1º de abril de 1973 fue apoteósica. Varios miles de niños con sus padres saludaron al actor, quien no podía creer lo que veía. Guy accedió a disfrazarse de El Zorro en varios programas de canal 13 (algo que en EE.UU. había rechazado enfáticamente) y a hacer una pequeña exhibición de esgrima en el programa Teleshow (Canal 13, lunes a viernes de 14.30 a 17.00 h) conducido por Víctor Sueiro. Fue tal el éxito de esa presentación que el departamento de vestuario del canal confeccionó un traje semejante al de la popular serie, y se presentó además en "Porcelandia" (miércoles 21:30 a 22:30 hs.) donde Jorge Porcel tenía un sketch llamado "El Sorro con S"; en este programa necesitaban recrear una escena de esgrima. El contendiente de Williams era el jovencísimo campeón argentino de esgrima Fernando Lupiz (quien en 2005 presentó un programa diario de televisión donde enseñaba esgrima y exhibía dibujos animados del Zorro), quien en esa época tenía sólo 20 años de edad.
Cada programa donde aparecía Williams alcanzaba más de 40 puntos de rating, por lo que se planeó otro viaje ese mismo año,esta vez acompañado por el barítono lírico y actor Henry Calvin —el obeso sargento Demetrio López García de la serie El Zorro—, quien fue reconocido a pesar de su apariencia demacrada (tenía un cáncer de garganta no diagnosticado). Había comenzado su carrera en los años treinta como cantante (tenía una hermosa voz de barítono, que alguna vez mostró en El Zorro).Ambos visitaron escuelas y hospitales públicos, donde firmaron autógrafos para los niños.

La fiebre del Zorro no se acababa. El proyecto de hacer una película en el país se volvió una obsesión para Guy. Había comenzado como un proyecto secundario, pero pronto Williams se dio cuenta de que sería la resurrección de su carrera. Empezó a trabajar en el guión y los escenarios. Su intención era usar escenarios naturales de Argentina. El título provisional de la historia era Zorro. El proyecto era muy ambicioso, estimado en dos millones de dólares, demasiado caro para la débil economía de Argentina, pero él insistía que se vería al mismo tiempo en 65 países.
El único que podía financiar la película era Palito Ortega. Para evitar problemas con los productores estadounidenses, (y como una muestra de la natural modestia del popular cantante argentino),la película se llamaría El rey. Ortega hizo muchos cambios al guión y a los sitios de filmación que había elegido Williams. Ortega también ordenó que el papel de Bernardo lo hiciera Carlitos Balá. Además se había decidido que el papel del capitán Monasterio sería del brillante actor argentino Alfredo Alcón (y no de su compañero Lúpiz). Para Guy esto fue demasiado. No porque no le gustara Balá o Alcón, sino porque su trabajo de tres años desaparecía bajo los deseos del director. El guión puede verse en el Museo del Cine de Buenos Aires.
Sin el filme, el Zorro no tenía nada que hacer en Buenos Aires y volvió a California a principios de los ochenta.
Pero pronto volvió a la ciudad que le había abierto los brazos y lo había adoptado como un ídolo. En esta última etapa en Buenos Aires, Guy cultivó un perfil bajo. Sólo raramente salía una nota en la revista Radiolandia la cual afirmaba que El Zorro vivía en Buenos Aires. Le gustaba tomar café en La Biela, en el barrio de Recoleta, leyendo The Buenos Aires Herald. Se lo veía caminando desde el hotel Alvear al edificio donde vivía y donde todos lo conocían. Continuó haciendo amigos argentinos,incluso se casó con una.
En abril de 1989, mientras pasaba su vida en Buenos Aires, Guy Williams, quien contaba entonces 65 años de edad, repentinamente desapareció. El 6 de mayo de 1989 los vecinos —que habían notado su desaparición— llamaron a la policía, que ese mismo día forzó la entrada de su apartamento en el exclusivo barrio de Recoleta, hallando su cuerpo sin vida. Había sufrido un aneurisma cerebral aproximadamente una semana antes, mientras estaba solo en su apartamento de la calle Ayacucho 1964 y no sobrevivió. Ya había sufrido otro aneurisma con anterioridad en 1983, en California. Cuando fue hallado tenía el bigotito y las patillas características del Zorro.
Gracias a los esfuerzos de su compañero Fernando Lúpiz, sus restos quedaron dos años en el panteón de la Asociación Argentina de Actores (a pesar de la regla de que es sólo para actores argentinos). En 1991 su hijo Steve recibió sus cenizas en California y cumplió el deseo de su padre de que fueran esparcidas en las montañas de California, en la playa de Malibú (California) y en el océano Pacífico.
fuente ://http://www.whitefoxdomain.com/,un website en inglés muy completo.
Comenzó con pequeños papeles de reparto en producciones de la Universal Studios.
En 1953 sufrió un accidente serio: se cayó de un caballo y fue arrastrado más de 200 metros, lo que le dejó una larga cicatriz en el hombro derecho. Debido a eso retornó a Nueva York (actuando y posando como modelo allí) ya pensando en abandonar su carrera. Ese mismo año dejó la Universal y se volvió un actor independiente para películas producidas por Allied Artists y Warner Brothers.
Tuvo que pasar casi una década para su gran oportunidad como estrella de la serie de Walt Disney, El Zorro (1957-1959). Este papel le granjeó una gran fama como héroe romántico y espadachín.
En 1957 la compañía Disney llevó a cabo un cásting para una nueva serie de televisión basada en el personaje creado por Johnston McCulley. El Zorro ya era famoso en la pantalla por la película de Douglas Fairbanks y la de Tyrone Power(y fue posteriormente interpretado en el cine por Anthony Hopkins.No, Antonio Banderas no cuenta).
Para realizar El Zorro, el actor tenía que ser atractivo, con un aire latino y con alguna experiencia en esgrima. El mismo Walt Disney entrevistó a Guy Williams (de 32 años de edad), y le pidió que se dejara “un bigotito no muy largo ni muy grueso”. El pago que pidió Williams era muy alto (2.500 dólares por semana), pero se le otorgó. Guy Williams retomó su entrenamiento profesional de esgrima con el campeón belga Fred Cavens (que también había entrenado a Douglas Fairbanks, Errol Flynn y Tyrone Power), ya que —según el pedido de Walt Disney— en el programa utilizarían espadas reales sin protección. Disney le ordenó que —para interpretar al Zorro a la perfección— tomara clases de guitarra con el famoso Vicente Gómez.
La serie, con episodios de media hora, finalmente debutó en la red televisiva ABC el 10 de octubre de 1957. Tuvo un instantáneo éxito en EE.UU., alcanzando el ráting más alto hasta ese momento en un programa de televisión.
Williams utilizaba un caballo negro (llamado Tornado en los cómics), pero en una filmación donde había disparos, el animal cayó en un barranco y tuvo múltiples fracturas, por lo que tuvo que ser sacrificado. Después del accidente con el primer Tornado, trabajó con dos caballos. Uno era fantástico en las escenas de corridas, pero no le gustaba saltar. Tampoco le gustaban los closeups, cuando el Zorro hablaba con el sargento García, Tornado quitaba la cabeza y la escondía hacia atrás. Entonces tuvieron que usar otro caballo negro más fotogénico. Hubo también un caballo blanco llamado Phantom (Fantasma), debido a que el director pensaba que para las escenas en la oscuridad, el Tornado negro prácticamente se hacía invisible. Pero este Fantasma no duró mucho tiempo, y volvieron al Tornado negro.
El show duró 78 episodios (dos temporadas, del 57 al 59) y una película editada de los episodios de televisión: La marca del Zorro (1958). El tema musical (compuesto por Norman Foster y George Burns, y cantado por The Chordettes (Los Acordecitos) alcanzó el número 17 en el hit parade.
Esta serie creó una verdadera epidemia de grafittis de la letra Z en los pupitres de las escuelas en todo Estados Unidos. Se pueden ver ejemplos de éstos en los escritorios y mesas de esa época.
Williams descuidó un tanto la parte física; los productores consideraron que su gordura no estaba acorde al personaje y decidieron cancelar la exitosa serie. Cuando terminó la serie, Williams hizo otras dos películas:
Pythias (una producción de la MGM en Italia en 1962, dirigida por Curtis Bernhardt), donde hizo de Damón, quien ofrece su vida como garantía por la palabra de su amigo Fitias, que había sido condenado a muerte por cuestiones políticas.
Captain Sindbad (una superproducción de la MGM, filmada en Alemania en 1962, dirigida por el director estadounidense de aventuras Byron Haskin, basada en el cuento clásico de Las Mil y Una Noches, donde Williams hace de Simbad el marino.
Más tarde Williams describiría esta época como “uno de los momentos mejores de mi vida”.
Siempre un temperamento franco y abierto, era un gran conocedor de vinos, entusiasta del ajedrez y la esgrima y muy aficionado a viajar. Desde 1969, al finalizar la serie, se sintió decepcionado al ver que no se materializaba ninguna oferta de trabajo. Entonces decidió retirarse para disfrutar su pequeña fortuna conseguida mediante la inversión en varios negocios.
El Canal 13 de televisión, de Buenos Aires (Argentina) emitió El Zorro desde el 2 de enero de 1968, de 19.00 a 19.30 h, con un éxito increíble. En 1970, en las jugueterías y los kioscos de todas las provincias de Argentina se vendían muñequitos, disfraces y toda clase de objetos relativos al Zorro. El canal tuvo la idea de presentar a Guy Williams, con la idea de hacer un programa especial y hacerlo participar en varios programas para niños.
Con el Capitán Piluso
Con Fernando Lúpiz
Cada programa donde aparecía Williams alcanzaba más de 40 puntos de rating, por lo que se planeó otro viaje ese mismo año,esta vez acompañado por el barítono lírico y actor Henry Calvin —el obeso sargento Demetrio López García de la serie El Zorro—, quien fue reconocido a pesar de su apariencia demacrada (tenía un cáncer de garganta no diagnosticado). Había comenzado su carrera en los años treinta como cantante (tenía una hermosa voz de barítono, que alguna vez mostró en El Zorro).Ambos visitaron escuelas y hospitales públicos, donde firmaron autógrafos para los niños.

El Sargento García en el Hospital de Niños
El único que podía financiar la película era Palito Ortega. Para evitar problemas con los productores estadounidenses, (y como una muestra de la natural modestia del popular cantante argentino),la película se llamaría El rey. Ortega hizo muchos cambios al guión y a los sitios de filmación que había elegido Williams. Ortega también ordenó que el papel de Bernardo lo hiciera Carlitos Balá. Además se había decidido que el papel del capitán Monasterio sería del brillante actor argentino Alfredo Alcón (y no de su compañero Lúpiz). Para Guy esto fue demasiado. No porque no le gustara Balá o Alcón, sino porque su trabajo de tres años desaparecía bajo los deseos del director. El guión puede verse en el Museo del Cine de Buenos Aires.
Sin el filme, el Zorro no tenía nada que hacer en Buenos Aires y volvió a California a principios de los ochenta.
Pero pronto volvió a la ciudad que le había abierto los brazos y lo había adoptado como un ídolo. En esta última etapa en Buenos Aires, Guy cultivó un perfil bajo. Sólo raramente salía una nota en la revista Radiolandia la cual afirmaba que El Zorro vivía en Buenos Aires. Le gustaba tomar café en La Biela, en el barrio de Recoleta, leyendo The Buenos Aires Herald. Se lo veía caminando desde el hotel Alvear al edificio donde vivía y donde todos lo conocían. Continuó haciendo amigos argentinos,incluso se casó con una.
En una exhibición en la Sociedad Rural
Revista de la época.
En abril de 1989, mientras pasaba su vida en Buenos Aires, Guy Williams, quien contaba entonces 65 años de edad, repentinamente desapareció. El 6 de mayo de 1989 los vecinos —que habían notado su desaparición— llamaron a la policía, que ese mismo día forzó la entrada de su apartamento en el exclusivo barrio de Recoleta, hallando su cuerpo sin vida. Había sufrido un aneurisma cerebral aproximadamente una semana antes, mientras estaba solo en su apartamento de la calle Ayacucho 1964 y no sobrevivió. Ya había sufrido otro aneurisma con anterioridad en 1983, en California. Cuando fue hallado tenía el bigotito y las patillas características del Zorro.
Gracias a los esfuerzos de su compañero Fernando Lúpiz, sus restos quedaron dos años en el panteón de la Asociación Argentina de Actores (a pesar de la regla de que es sólo para actores argentinos). En 1991 su hijo Steve recibió sus cenizas en California y cumplió el deseo de su padre de que fueran esparcidas en las montañas de California, en la playa de Malibú (California) y en el océano Pacífico.
fuente ://http://www.whitefoxdomain.com/,un website en inglés muy completo.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
Muerte en el Museo de La Plata (Zoológicos Humanos 2)
Francisco Pascasio Moreno le dio la orden precisa a uno de sus ayudantes:
–Vigílelo de cerca a Inakayal, anda todo el día borracho y perdido, parece un fantasma.
Corría la primavera de 1888 y, tal como lo decía el futuro Perito, el cacique llevaba unas cuantas semanas mirando a la nada. Caminaba encorvado, arrastrando los pies. Hablaba solo y se le caían los pantalones de lo flaco que estaba. Quedaba poco del fiero tehuelche, su espíritu aguerrido lo había abandonado después de ser capturado en la Campaña del Desierto.
En sus toldos, a orillas del río Limay, Modesto Inakayal era amo y señor. En la Patagonia mandaba el gran Sayhueque, y junto a Foyel eran sus lugartenientes de confianza. Vacas, ovejas y caballos conformaban su riqueza. Convivía con dos mujeres, estaba al mando de 900 hombres, montaba un caballo overo y cazaba ñandúes con boleadoras. El explorador chileno Guillermo Cox lo describió en sus memorias como un hombre de “cara inteligente, cuerpo rechoncho pero bien proporcionado”. No sabía escribir pero entendía el castellano. En términos siempre pacíficos recibía a los científicos y exploradores con manzanas; y a la hora de la cena mandaba a sacrificar a sus mejores animales.
El primer encuentro con Francisco Moreno se dio en 1879. El trato fue cordial entre ambas partes y hasta se podría decir que entablaron una amistad. Entre 1878 y 1885 el presidente Julio Argentino Roca impulsó la ofensiva militar conocida como Campaña del Desierto. El indio pasó a ser el enemigo del blanco. Y Moreno estaba del lado de los blancos.
Inakayal, junto a Sayhueque y Foyel, cayó prisionero del teniente Francisco Insay en Junín de los Andes, en 1885. Antes de que lo embarcaran con destino a Buenos Aires en el vapor Villarino, el Ejército argentino le robó sus caballos y repartió sus hijos entre las familias de los generales, para que los usaran como sirvientes.
El destino de los caciques fue la isla Martín García. Fueron humillados, vestidos con la ropa que descartaban los soldados, obligados a hachar quebrachos y comer las sobras de la milicia. Sayhueque pudo volver a la Patagonia. Inakayal y Foyel fueron “rescatados” por Francisco Moreno y pasaron a formar parte de la colección viviente –literalmente – del museo de La Plata.
Cuesta imaginar que el edificio con aires de Partenón, ubicado en el centro del bosque platense, haya sido la prisión y la tumba de una decena de indígenas. En el subsuelo, donde hoy funcionan laboratorios y áreas de estudio, estuvieron cautivos “los vencidos” de la Campaña del Desierto. Si bien es cierto que durante el día circulaban libremente por los pasillos del museo, por las noches una pesada puerta de madera se cerraba con candado hasta el amanecer.
Mientras Don Francisco Moreno –como lo llamaban sus empleados– habitaba en el amplio y luminoso segundo piso rodeado de libros y una salamandra para el invierno; los indios “rescatados” por él se amontonaban, con unas pocas frazadas malolientes, en la humedad y oscuridad del subsuelo.
En el mismo lugar en el que recibían una olla de sopa para todos, hombres, mujeres y niños hacían sus necesidades en un rincón. No había forma de salir hasta la mañana siguiente, cuando uno de los empleados del museo les abría el candado. En el listado de prisioneros figuraban Inakayal, una de sus mujeres y su hija; Foyel junto a su compañera y su hija Margarita y Tafá (una alacaluf de Tierra del Fuego), entre otros que nunca fueron identificados.
Cada uno tenía tareas asignadas. Las mujeres se encargaban de la limpieza del museo, el lavado de las ropas del personal y la confección de telares para la venta. Los hombres estaban confinados a tareas más duras como cavar pozos, limpiar los desagües cloacales y trabajar en la construcción del edificio que aún no estaba terminado.
Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
Cuando los científicos lo disponían los indios debían prestarse a ser examinados desnudos, fotografiados durante horas o quedarse quietos frente a un pintor que los retrataba. Era la época de la ciencia en que los sabios blancos medían, tasaban, archivaban todo lo que fuera el Otro. Francisco Moreno mostraba orgulloso su “colección viviente” a los colegas del extranjero, mientras el lenguaraz Gabino traducía la lengua originaria al castellano. La mayoría de ellos, sin chistar, aceptaba los mandatos del director del museo. Pero Inakayal no estaba acostumbrado a recibir órdenes: se quejaba de que los blancos le habían matado a sus hijos, robado sus caballos y arrancado de su tierra.
Al igual que Sayhueque, Foyel pudo regresar a la Patagonia a cambio de reivindicarse como argentino. Se le “cedieron” algunas hectáreas, ya por entonces en manos del Estado. Inakayal, en cambio, se negó a resignar su identidad y siguió en cautiverio.
Inakayal sentado en el piso junto a su mujer para ser pintado (pintor al fondo) en una de las salas del museo de Cs. de La Plata .
El antropólogo Herman Ten Kate escribió, en la Revista del Museo (1904), que Inakayal “era reservado, desconfiado, orgulloso y rencoroso. Comunicativo solamente cuando estaba ebrio. Dormía casi todo el día, discutía fácilmente, muy apático y sin ninguna preocupación por su persona”. Estaba claro que el cacique no se sentía a gusto en la galería de exotismos de Moreno.
En 1887 los indios prisioneros comenzaron a morir de manera extraña. El 21 de septiembre murió Margarita. El 2 de octubre, la mujer de Inakayal. El 10, la mayor del grupo, Tafá. Algunos diarios de la época dieron cuenta de estas muertes en cadena. El Eco de Córdoba, asociado a grupos católicos, acusó a Moreno de “caballero de la noche”. Un periódico porteño, L’Operario Italiano, lo cuestionó por no respetar las disposiciones municipales acerca del tratamiento que debía darse a los difuntos. El matutino platense La Capital también menciona la “muerte de una niña india en el Museo”.
La familia prisionera en el sótano del museo.
El cacique tehuelche, uno de los últimos en resistir, veía a diario cómo los cuerpos de su gente eran descarnados y expuestos a los visitantes tras su muerte. Inakayal sabía que corría el mismo destino. La tristeza le había quitado hasta las ganas de dormir. Se pasaba horas mirando los restos de su mujer, exhibida en una vitrina junto a otros esqueletos. Francisco Moreno ya no era el amigo blanco que lo visitaba a orillas del Limay. El saco negro de funebrero y ese pantalón con olor a rancio de tanto orín impregnado distaban mucho del aura combativa que mostraba el cacique en otras épocas. Tenía 45 años, los pelos chuzos y un bigote desprolijo. A su amplia cara morena la atravesaban arrugas taciturnas.
Los inventarios del Museo certifican que falleció el 24 de septiembre de 1888. Algunas versiones hablan de un suicidio, otras que fue empujado por unas escaleras. El naturalista italiano Clemente Onelli, mano derecha de Moreno, dejó asentado que “Inakayal se arrancó la ropa, la del invasor de su patria, desnudó su torso, hizo un ademán al sol y otro larguísimo hacia el Sur, habló palabras desconocidas… Esa misma noche Inakayal moría”. De inmediato su esqueleto fue descarnado y expuesto al público.
Tras reclamar durante más de medio siglo, en abril de 1994 la comunidad tehuelche logró que los restos de Inakayal fueran trasladados al valle de Tecka. En medio de actos protocolares, rituales indígenas, discursos políticos en cada parada y cerca del hotel que lleva su nombre, los huesos del cacique volvieron a su tierra. En 2006 el grupo de antropología forense GUIAS comprobó que la restitución fue parcial: faltaban el cuero cabelludo, el cerebro, una oreja y quizás el corazón.
Las comunidades originarias lo calificaron como “una ofensa más a sus ancestros” y llegaron a dudar de que el esqueleto enviado fuera el de Inakayal. Las autoridades del museo dijeron que se trató de un “error administrativo”.
La tradición tehuelche manda que sus muertos deben ser enterrados como si estuvieran en el seno materno, rodeados de los objetos que pudieran necesitar al renacer en otra parte. En épocas remotas mataban al caballo y al perro preferido del extinto. Al lado del cadáver depositaban las armas, los utensilios y el alimento para la hora del despertar. Lejos de estos rituales, el cuerpo del cacique Inakayal fue cuereado como si se tratase de una vaca. Por 120 años su cadáver y su alma no descansaron esperando el renacimiento tehuelche. No es de extrañar que ,como cuentan los empleados del museo,su espíritu deambule por los pasillos de su prisión y su tumba: el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
enlace: http://fannyriffel.blogspot.com/2010/10/zoologicos-humanos.html
fuente://Sergio Cayuqueo
–Vigílelo de cerca a Inakayal, anda todo el día borracho y perdido, parece un fantasma.
Corría la primavera de 1888 y, tal como lo decía el futuro Perito, el cacique llevaba unas cuantas semanas mirando a la nada. Caminaba encorvado, arrastrando los pies. Hablaba solo y se le caían los pantalones de lo flaco que estaba. Quedaba poco del fiero tehuelche, su espíritu aguerrido lo había abandonado después de ser capturado en la Campaña del Desierto.
En sus toldos, a orillas del río Limay, Modesto Inakayal era amo y señor. En la Patagonia mandaba el gran Sayhueque, y junto a Foyel eran sus lugartenientes de confianza. Vacas, ovejas y caballos conformaban su riqueza. Convivía con dos mujeres, estaba al mando de 900 hombres, montaba un caballo overo y cazaba ñandúes con boleadoras. El explorador chileno Guillermo Cox lo describió en sus memorias como un hombre de “cara inteligente, cuerpo rechoncho pero bien proporcionado”. No sabía escribir pero entendía el castellano. En términos siempre pacíficos recibía a los científicos y exploradores con manzanas; y a la hora de la cena mandaba a sacrificar a sus mejores animales.
El primer encuentro con Francisco Moreno se dio en 1879. El trato fue cordial entre ambas partes y hasta se podría decir que entablaron una amistad. Entre 1878 y 1885 el presidente Julio Argentino Roca impulsó la ofensiva militar conocida como Campaña del Desierto. El indio pasó a ser el enemigo del blanco. Y Moreno estaba del lado de los blancos.
Inakayal, junto a Sayhueque y Foyel, cayó prisionero del teniente Francisco Insay en Junín de los Andes, en 1885. Antes de que lo embarcaran con destino a Buenos Aires en el vapor Villarino, el Ejército argentino le robó sus caballos y repartió sus hijos entre las familias de los generales, para que los usaran como sirvientes.
El destino de los caciques fue la isla Martín García. Fueron humillados, vestidos con la ropa que descartaban los soldados, obligados a hachar quebrachos y comer las sobras de la milicia. Sayhueque pudo volver a la Patagonia. Inakayal y Foyel fueron “rescatados” por Francisco Moreno y pasaron a formar parte de la colección viviente –literalmente – del museo de La Plata.
Cuesta imaginar que el edificio con aires de Partenón, ubicado en el centro del bosque platense, haya sido la prisión y la tumba de una decena de indígenas. En el subsuelo, donde hoy funcionan laboratorios y áreas de estudio, estuvieron cautivos “los vencidos” de la Campaña del Desierto. Si bien es cierto que durante el día circulaban libremente por los pasillos del museo, por las noches una pesada puerta de madera se cerraba con candado hasta el amanecer.
Mientras Don Francisco Moreno –como lo llamaban sus empleados– habitaba en el amplio y luminoso segundo piso rodeado de libros y una salamandra para el invierno; los indios “rescatados” por él se amontonaban, con unas pocas frazadas malolientes, en la humedad y oscuridad del subsuelo.
En el mismo lugar en el que recibían una olla de sopa para todos, hombres, mujeres y niños hacían sus necesidades en un rincón. No había forma de salir hasta la mañana siguiente, cuando uno de los empleados del museo les abría el candado. En el listado de prisioneros figuraban Inakayal, una de sus mujeres y su hija; Foyel junto a su compañera y su hija Margarita y Tafá (una alacaluf de Tierra del Fuego), entre otros que nunca fueron identificados.
Cada uno tenía tareas asignadas. Las mujeres se encargaban de la limpieza del museo, el lavado de las ropas del personal y la confección de telares para la venta. Los hombres estaban confinados a tareas más duras como cavar pozos, limpiar los desagües cloacales y trabajar en la construcción del edificio que aún no estaba terminado.
Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
Cuando los científicos lo disponían los indios debían prestarse a ser examinados desnudos, fotografiados durante horas o quedarse quietos frente a un pintor que los retrataba. Era la época de la ciencia en que los sabios blancos medían, tasaban, archivaban todo lo que fuera el Otro. Francisco Moreno mostraba orgulloso su “colección viviente” a los colegas del extranjero, mientras el lenguaraz Gabino traducía la lengua originaria al castellano. La mayoría de ellos, sin chistar, aceptaba los mandatos del director del museo. Pero Inakayal no estaba acostumbrado a recibir órdenes: se quejaba de que los blancos le habían matado a sus hijos, robado sus caballos y arrancado de su tierra.
Al igual que Sayhueque, Foyel pudo regresar a la Patagonia a cambio de reivindicarse como argentino. Se le “cedieron” algunas hectáreas, ya por entonces en manos del Estado. Inakayal, en cambio, se negó a resignar su identidad y siguió en cautiverio.
Inakayal sentado en el piso junto a su mujer para ser pintado (pintor al fondo) en una de las salas del museo de Cs. de La Plata .
El antropólogo Herman Ten Kate escribió, en la Revista del Museo (1904), que Inakayal “era reservado, desconfiado, orgulloso y rencoroso. Comunicativo solamente cuando estaba ebrio. Dormía casi todo el día, discutía fácilmente, muy apático y sin ninguna preocupación por su persona”. Estaba claro que el cacique no se sentía a gusto en la galería de exotismos de Moreno.
En 1887 los indios prisioneros comenzaron a morir de manera extraña. El 21 de septiembre murió Margarita. El 2 de octubre, la mujer de Inakayal. El 10, la mayor del grupo, Tafá. Algunos diarios de la época dieron cuenta de estas muertes en cadena. El Eco de Córdoba, asociado a grupos católicos, acusó a Moreno de “caballero de la noche”. Un periódico porteño, L’Operario Italiano, lo cuestionó por no respetar las disposiciones municipales acerca del tratamiento que debía darse a los difuntos. El matutino platense La Capital también menciona la “muerte de una niña india en el Museo”.
La familia prisionera en el sótano del museo.
El cacique tehuelche, uno de los últimos en resistir, veía a diario cómo los cuerpos de su gente eran descarnados y expuestos a los visitantes tras su muerte. Inakayal sabía que corría el mismo destino. La tristeza le había quitado hasta las ganas de dormir. Se pasaba horas mirando los restos de su mujer, exhibida en una vitrina junto a otros esqueletos. Francisco Moreno ya no era el amigo blanco que lo visitaba a orillas del Limay. El saco negro de funebrero y ese pantalón con olor a rancio de tanto orín impregnado distaban mucho del aura combativa que mostraba el cacique en otras épocas. Tenía 45 años, los pelos chuzos y un bigote desprolijo. A su amplia cara morena la atravesaban arrugas taciturnas.
Tras reclamar durante más de medio siglo, en abril de 1994 la comunidad tehuelche logró que los restos de Inakayal fueran trasladados al valle de Tecka. En medio de actos protocolares, rituales indígenas, discursos políticos en cada parada y cerca del hotel que lleva su nombre, los huesos del cacique volvieron a su tierra. En 2006 el grupo de antropología forense GUIAS comprobó que la restitución fue parcial: faltaban el cuero cabelludo, el cerebro, una oreja y quizás el corazón.
Las comunidades originarias lo calificaron como “una ofensa más a sus ancestros” y llegaron a dudar de que el esqueleto enviado fuera el de Inakayal. Las autoridades del museo dijeron que se trató de un “error administrativo”.
La tradición tehuelche manda que sus muertos deben ser enterrados como si estuvieran en el seno materno, rodeados de los objetos que pudieran necesitar al renacer en otra parte. En épocas remotas mataban al caballo y al perro preferido del extinto. Al lado del cadáver depositaban las armas, los utensilios y el alimento para la hora del despertar. Lejos de estos rituales, el cuerpo del cacique Inakayal fue cuereado como si se tratase de una vaca. Por 120 años su cadáver y su alma no descansaron esperando el renacimiento tehuelche. No es de extrañar que ,como cuentan los empleados del museo,su espíritu deambule por los pasillos de su prisión y su tumba: el Museo de Ciencias Naturales de La Plata.
enlace: http://fannyriffel.blogspot.com/2010/10/zoologicos-humanos.html
fuente://Sergio Cayuqueo
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