Eustoquio Díaz Vélez (h), hijo del General Eustoquio Díaz Vélez (1782-1856), prócer de la Independencia Argentina, Mayor General de las batallas de Tucumán y Salta, tuvo tres hijos: dos mujeres y un varón. Eustoquio, el menor, era un hombre acaudalado, terrateniente y uno de los más grandes estancieros de la Provincia de Buenos Aires de fines de siglo XIX , individuo terriblemente obsesionado por los felinos, especialmente por los leones, luego de conocerlos en su “hábitat” natural, con motivo de un extenso viaje con su esposa Doña Josefa (en1905/06) por Egipto, Etiopia y Congo Belga en el continente africano.
Su admiración por estos felinos llegó a tal extremo que al tener la oportunidad hizo traer en agosto de 1908 especialmente de Europa dos ejemplares africanos ,un macho y una hembra relativamente jóvenes que ya habían sido semi domesticados por el domador gitano de un desvencijado y decadente Circo Polonés llamado “Grand Warsw” que se encontraba en la bancarrota y a la deriva en Portugal.
El cuidado y alimentación de las fieras en la bodega del barco durante ese largo viaje recayó en un viejo mulato originario de la Colonia Portuguesa de Mozambique llamado Aroldo Silva Reis que en su juventud había participado en varias expediciones y safaris de caza mayor con el famoso cazador de leones y elefantes Coronel Antonio Carvalho de Oliveira,que fuera el legendario jefe y compañero inseparable de las cacerías del Káiser Guillermo III, Emperador de Alemania por tierras africanas. Luego de cumplir su contrato por el traslado de los felinos se afincó en el Barrio del Abasto, Buenos Aires, trabajando a las órdenes de Don Eustoquio y sus leones hasta el trágico desenlace familiar; luego dicen que fue a trabajar como encargado al Zoológico de Palermo.
Aún hoy se lo recuerda a Aroldo Silva Reis en las folclóricas y pintorescas crónicas porteñas del 1920 como un sujeto aficionado al Ron y al tango pero extremadamente peligroso y pendenciero, mas conocido como” el negro Portugués” o “el negro de los leones”.
Don Eustoquio bautizó con los nombres de Nero y Livia a los animales en honor de la famosa inscripción en piedra existente en uno de los famosos “fossus” para bestias y gladiadores del Coliseo de Roma. De un modo extravagante y peligroso mantenía sueltos estas fieras africanas como exóticas mascotas bien alimentadas en el extenso parque del palacio, siendo en determinadas ocasiones encerradas por su cuidador Silva Reis en los amplios jaulones o leoneras que especialmente mandó construir.
Los restos ruinosos de la mesada donde se trozaban las reses equinas (de caballos viejos que especialmente traían de sus estancias) para su alimento y las extrañas jaulas de material y hierro forjado todavía están en el parque comunicadas con la casa por una escalera exterior, que también se conserva y ha resistido el paso del tiempo.
Hace un tiempo un anticuario del Barrio de San Telmo mostraba en su vidriera un gran candado de bronce muy antiguo y deteriorado por el uso y el tiempo con una etiqueta que rezaba: “Candado de las jaulas del Palacio Díaz Vélez-1909”.
En el año 1911 la hija del estanciero, María Mathilde , decide contraer matrimonio con Juan Aristóbulo Pittamiglio, un joven de familia originaria de Italia que habían prosperado como productores ganaderos en Uruguay, para lo cual se organiza una fastuosa y elegante fiesta de compromiso en la mansión de estilo afrancesado que aún hoy podemos admirar sobre la Avenida Montes de Oca al 100 a pesar de su decadente estado.
Mientras los numerosos invitados y la familia entera festejaban ,misteriosamente, quizás debido a una situación inusual de la casa, o a la desaprensión de un inexperto sirviente, Nero, el macho de los felinos excitado consigue escapar de su jaula y acaba de manera feroz y sangrienta con la vida del flamante novio al intentar éste atrapar al animal con una red.
Ante esta tragedia , días después, la muchacha se suicida una noche de domingo (luego de asistir una misa en la Iglesia de Santa Felicitas) tragando una tableta de cianuro con licor de Anís. Los diarios de la época imprimieron la noticia varios días consecutivos .
Existe una versión no confirmada en la cual Aristóbulo mantenía una relación secreta pero muy común en esos años con una joven cocinera de esta casa, que ante el inminente casamiento de su amante, motivada por el despecho, libera esa noche de fiesta al león con la intención de arruinar la reunión y el compromiso. El león, muy asustado, alterado por la música de la orquesta, enceguecido por las luces,comienza a amenazar con fuertes rugidos y zarpazos a los invitados que se encontraban en ese momento en el jardín; allí el novio acude en auxilio de sus amistades que a los gritos huyen hacia el interior de la casona en busca de protección o refugio, (entre las cuales se encontraba el Barón Adam Folknner que luego relatará en sus memorias de sus viajes publicadas (en alemán) en Bavaria en 1939 , esta anécdota ).
Cuenta la leyenda y algunos de los que la habitaron, que por las noches dentro de la casona se escuchan sollozos, llantos y gritos; otros han sentido alguna especie de sonidos extraños como rugidos o de lucha animal, los más sensitivos frío, angustia, sombras fugaces y silenciosos deslices de garras sobre el entablonado de los pisos. Pero todos coinciden que el espíritu doliente de Mathilde omnipresente aun recorre las antiguas habitaciones y el de Aristóbulo y Nero el león, los descuidados, sombríos y opacos jardines.
Don Eustoquio luego de esto se deshace de los felinos; el que había probado sangre humana fue sacrificado por su propia mano de un escopetazo en la cabeza.Su cuerpo, según trascendido de un antiguo jardinero de origen japonés conocido por Kimura o Kimuro (el negro Aroldo jamás abrió su boca sobre el tema), fue enterrado en un escondido y secreto sector del predio y su hembra compañera Livia retornó gratuitamente a la sacrificada vida de un circo itinerante de aquella época llamado “Circo Gran Atlas”, que la anunciaba en sus recorridas por los pueblos del interior del país en sus panfletos de propaganda como la “salvaje e indómita leona devoradora de hombres”.
Sin embargo, su enfermiza y obsesiva atracción por estas fieras continuó constante, tan fuerte que mandó a un artesano vaciar en argamasa varias cabezas de felinos colocándolas sobre los arcos de los portones de entrada de su mansión; también hizo ejecutar varias esculturas alusivas (por el Constructor E.D.Trotti y Cia.) localizándolas en sitios donde seguramente ocurrieron los hechos destacándolas de la vegetación .
Hoy, la mansión es sede de Vitra (Fundación para la Vivienda y Trabajo del Lisiado Grave), un centro de rehabilitación, y única sede de escuela primaria y secundaria de toda la Argentina para discapacitados motores. Los únicos felinos que pueden verse por el jardín son primos de aquellos que aterraban a los vecinos y visitantes del palacio: decenas de gatos merodean por el jardín, cerca de las imponentes estatuas de los leones.
Histórica Leyenda urbana recopilada y rescatada de diversos archivos bibliográficos por el estudioso gallego Dr. Manuel Vasco da Fonseca en su libro “Crónicas Absurdas de Buenos Aires” Cap. III, págs. 249 - 256 – Ed. Saritnem - Vigo-España 2º Edición - 1987.
Fotografías por Arquiras - Arq. Rafael A. Sotomayor - 2007/2008.
Muy buena historia, Fanny. Por cierto que hoy he leído un artículo sobre la famosa "Bestia de Loudon", parece que se trataba de un león que un oficial se trajo de las colonias y luego escapó masacrando a los campesinos de la zona. A mí también me encantan los felinos pero me conformo con mis tres gatos (Asmodeo, Rufus y Poe) que son más inofensivos. Borgo.
ResponderEliminarMirá vos,no sabía que se había dilucidado el misterio...gracias por el dato.
ResponderEliminarAsmodeo? Yo le iba a poner ese mismo nombre a un gatito negro,precioso,que tuve,pero al final decidí ponerle "Astaroth".Había una novela con un gato llamado Asmodeo,no recuerdo el nombre,algo relacionado con Mussolini.Saludos!
que historia...!! confirma que las callecitas de buenos aires tienen ese que se yo...este cuatrimestre estuve cursando mis pasantias alli..pero no fue hasta casi el final de la pasantia que me percato de los felinos..hoy buscando informacion para mi monografia me encuentro con tu pagina..impecable...con tu permiso utilizare parte de la informacion para ella...
ResponderEliminarPor supuesto,adelante!
EliminarGracias por tu visita
Cuando yo trabajaba allí, en los días de humedad se colaba hacia afuera el olor a leonera de los fosos...
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